Era era su primer día de trabajo como sirvienta, y desde que la vio entrar por la puerta de su casa se «enamoró» perdidamente de ella… bueno, más bien se enamoró de su enorme trasero. Mientras la madurita limpiaba la casa, él no hacía más que fijarse en ella y en darle conversación para ir poco a poco llevándosela a su terreno. Al final, tras una larga negociación, la madurita aceptó una generosa cantidad de dinero y con ello se dejó follar el culo por su nuevo jefe.